Teleterapia

Lo que más me flipa de este blog, es que los posteos que dejáis son como cartas del Tarot. Me explico. El Tarot es el I Ching occidental. Es un instrumento para la meditación y el autoconocimiento, no para la predicción y demás aberraciones con que se emplea hoy en día. El Tarot es puro simbolismo e interpretación. Por eso cualquiera puede hacer una pregunta y pensar que ha encontrado la respuesta clave que le solucionará el problema. Tampoco es tan fácil. El significado de las cartas es muy general y amplio (por eso es tan fácil pervertirlo), pero si tu intención es encontrar un punto de reflexión ajeno, una pista para salir del propio laberinto mental que todos construimos, es verdaderamente útil y sano. Por eso os comparo con el Tarot. Cada uno habla de lo que quiere, os leo y yo me identifico. Independientemente de que la motivación de quien escribió sea la misma o no tenga nada que ver con mi realidad, la cuestión es que el fondo del mensaje me suena y genera una serie de reflexiones, pajas mentales, conclusiones y no-conclusiones. Este proceso a mi mola mogollón.

Todo este rollo introductorio viene a cuento de un posteo de Loon sobre el deber. Lo leí antes de irme de viaje, y lo mismito que una mosca cojonera, no dejaba de rondarme la cabeza. Pero bueno, pude controlar la riada de pensamientos mientras estuve fuera y no dejarme arrastrar. Ahora estoy de vuelta pero no en mi casa y tampoco puedo dar rienda suelta a mi humor nostálgico-pajillero, que mal que me pese, es mi estado mental nato. Lo que ahora me gustaría es retirarme a mi cueva y dejar fluir con libertad el masoquismo, automachacarme hasta el cansancio y no tener que hacer este esfuerzo, ni sentirme culpable, ni disimular (sin mucho éxito) las pocas ganas que tengo de contacto humano, ni explicar que esto es mío y que no está motivado por nada ni nadie. Estoy hasta las mismísimas de verme siempre en la postura de justificar porque soy como soy. Y por mucho que lo he pensado, decidido e incluso logrado en ocasiones, siempre hay un momento que me siento mal por no ser como se supone que debería ser. Pero bueno, este es mi problema de siempre con la aceptación ajena de la que no soy capaz de escapar por ahora.

Ya se me ha ido el hilo de todo lo que quería contar, pa variar. Quería hablar de mi pésima relación con el deber y las obligaciones. El mal manejo de estos asuntos son la principal causa de todos mis actuales y futuros problemas. Huyo del deber como de la peste, y lo más jodidamente gracioso de todo, es que la otra mitad de mis problemas han surgido de los deberes y obligaciones de otros, que yo solita he hecho míos o he considero más prioritarios que los míos. Y ya para partirse el culo de la risa, esos deberes y obligaciones, son todos emocionales más que reales. He sido tan adicta (y soy) a la aceptación de mi entorno y a la búsqueda de vete tú a saber que puta seguridad de mierda, que he seguido el camino del cualquier cabrón o cabrona que me he cruzado. El resultado es que yo no tengo camino propio ni la experiencia de haberme construido uno. Ahora sé que eso que buscaba me lo tengo que proporcionar yo, pero es tanta la tarea atrasada y tanta la energía desperdiciada que me siento sin fuerza y sin habilidad para llevarla a cabo. Y esto es realmente lo que más he temido en esta vida y que ha sido la sombra que siempre he tenido detrás. Lo que siempre he querido evitar es lo que al final se ha quedado conmigo. Lo que tantas veces he visto que les sucedía a otros me ha terminado pasando a mí y que consiste en ser una incapaz. Hay gente que llega a la incapacidad sin darse cuenta. Por miedo, desorientación, circunstancias... hay múltiples factores que pueden llevar a una persona a la auto-incapacitación. En mi caso, y por ello me repatea el hígado estar en este punto, no se debe en absoluto por falta de visión o simpleza. Me he dado cuenta pero no hice nada para evitarlo. Ahora me jodo y bailo, por capulla y porque me lo merezco.

Bueno, ya termino. La verdad es que me siento mucho mejor. Me estaba ahogando. Quién me iba decir a mí que iba hacer teleterapia con argentos. Porque aunque no lo parezca, este chorizote es toda una confesión y yo no me confieso desde que dejé el colegio de monjas a los diez años.

A cascala.