Las tardecitas de Buenos Aires tienen ese que se yo, viste?
Salgo de casa por Arenales, lo de siempre en la calle y en mi...
Cuando, de repente, detras de un árbol, se aparece él.
Mezcla rara de penúltimo linyera
y de primer polizonte en el viaje a Venus.
Medio melón en la cabeza,
las rayas de la camisa pintadas en la piel,
dos medias suelas clavadas en los pies
y una banderita de taxi libre levantada en cada mano.
Parece que solo yo lo veo,
porque él pasa entre la gente y los maniquíes le guiñan,
los semáforos le dan tres luces celestes
y las naranjas del frutero de la esquinale tiran azahares.
(...)
4 comentarios:
hay un no sé qué en la retórica tanguera que me genera aburrimiento.
Yo tengo identificado lo que me torra: la apología de la derrota.
Ese regodearse en el fracaso, en la imposibilidad.
Me gusta la gente que lucha, la que nunca baja los brazos.
Tal vez por eso me gusta, básicamente, el tango instrumental.
Aunque es innegable que hay tangos canción muy buenos.
Aclaración: quise decir que el tango instrumental me evita esa lírica derrotista que, en general, tiene el tango. Nada más.
No que le viera un espíritu combativo. Está claro.
El tanto instrumental propicia la única dosis de nostalgia que puedo tolerar.
Igual, reconozco que la poesía de Ferrer se me escapa un poco.
Tal vez es una falla mía.
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