jueves, 26 de septiembre de 2013

Breaking bad

He seguido a BB  con devoción en los últimos años, y siento que probablemente sea la mejor serie que he visto -seguramente la que más me ha gustado-.

Hoy, a sólo un capítulo del final, tengo un sabor amargo, no por la cercanía del fin, sino por el final en sí mismo. Los últimos capítulos me han parecido apurados, arrebatados de fuego, e inconsistentes con la historia – siendo este el punto que más me molesta, en una serie que hizo de la solidez, de la evolución consistente de los personajes, su mayor virtud-. Los últimos hechos ocurridos me han parecido insólitos o ridículos.

La situación me ha dejado perplejo, acaso los guionistas se volvieron estúpidos de un día para otro? Es este final el resultado de una negociación –“hay que cerrar la historia en 8 capítulos”-? Muchos años atrás Guillermito entendió que a buen fin no hay mal principio; la situación inversa es tremenda.

La semana próxima se emitirá el capítulo final, desde ya que existe la remota posibilidad de que esta última entrega funcione como una pieza mágica que complete el rompecabezas de modo perfecto. Íntimamente lo dudo. Sospecho que asistiré al cierre de esta historia con desgano, resignado, y que al apagar la TV tendré una mueca de desilusión.   

lunes, 23 de septiembre de 2013

Poemita

Un día flan, otro gelatina
Un día rubia, otro morocha
¿Quién tiene definidos sus gustos?

Por más que te cases,
siempre le mirás el culo a otra!

viernes, 20 de septiembre de 2013

Encuentro

Estoy parado en una larga fila; justo delante mio, un chico de 20 años se encuentra con un chica. Comienzan a hablar, se conocen de adolescentes. Se preguntan como estas? En que andas? Parecen contentos por el encuentro. La fila no avanza. La charla se extiende. Me acerco un poco a ellos. Son exnovios, un noviazgo de adolescencia. Pronto comienzan a recordar amigos en comun, salidas, momentos compartidos.
- Vos siempre me gustaste -le dice ella de repente.
Lo dice sin verguenza, sin nostalgia, sin especular, sin intencion mayor. Lo dice inocentemente, y se rie, lo dice porque es cierto seguramente.
- Vos tambien- contesta el.
Hay una carcajada de ella, lo empuja levemente
- No seas boludo, no me chamuyes! Yo no llegue a gustarte nunca. Esta todo bien igual.
El mira para abajo y se rie un poco.
- Si, me gustabas- insiste sin conviccion.
- No, jejje, no, relaja.
Pasan unos minutos en silencio. Finalmente el la abraza, ella apoya un costado de su cabeza sobre su pecho, el le besa el cabello, y le susurra algo al oido. Despues el abandona la fila.
- Yo tambien- alcanza a contestarle ella.

domingo, 15 de septiembre de 2013

Me gustaría saber qué bicho se está haciendo aficionado al running en el techo de mi casa.
Pero no en la parte externa del techo, sino en la interna (infortunadamente el cielorraso de mi habitación forma parte de la pista).
El problema además es que estamos en presencia de un deportista compulsivo. Corre tanto a las 3 pm como a las 3 am.
El asunto me está empezando a frikear un poco.

martes, 10 de septiembre de 2013

Música

Qué juega cuando decidimos escuchar tal o cual CD?

En base a qué elegimos?

Elegimos realmente –digo, conscientemente-?

O sólo después de un rato podemos en verdad entender porqué decidimos escuchar la música que creímos elegir?

viernes, 6 de septiembre de 2013

?

 

 

Hace varios años, en un viaje con amigos, llegamos de modo azaroso a un pequeño  hotel en  Rosario. Recuerdo que mientras alguien completaba los trámites del check in, Joaquín y yo comenzamos a conversar con el hijo del dueño del hotel, que era una especie de conserje/botones/camarero. Supongo que estábamos algo ebrios o fumados, o las dos cosas, lo cierto es que no parábamos de reírnos y de hacerle preguntas sobre lugares a dónde ir a cenar esa noche, bares, esas cosas. Le caímos bien, comenzó a contarnos cosas de la ciudad, y en un momento nos señalo un plano de Rosario que colgaba de la pared; nos acercamos y entonces notamos que era un rompecabezas, él apoyó el dedo cerca de una esquina y dijo:

 

_ Estamos acá.

 

Ni Joaquín ni yo le respondimos, pero al mismo tiempo exclamamos:

 

_ Es un rompecabezas! –y comenzamos a reírnos, con la típica carcajada fumeta.

 

El chico se acomodó sobre sus pies y  con cierto orgullo nos dijo que él lo había armado hace algunos años. Luego agregó que esa era su hobby, que le encantaba armar rompecabezas, y a continuación comenzó a señalarnos los distintos rompecabezas que se alineaban a lo largo de un pasillo.

 

_Este es de 500 piezas; este es de 800; este es de 300, pero muy difícil por los colores; este otro es de 2500.

 

Y así. Entonces llegamos al final del pasillo, y nos encontramos con un rompecabezas enorme. Lo miramos al chico algo admirados:

 

_ Este también lo hiciste vos? - preguntó Joaquín – cuántas piezas tiene?

 

_ Ejem, sí, sí, este también lo hice yo. Es el más grande que hice hasta ahora, tiene 15000 piezas. -dijo lleno de satisfacción. Y con Joaquín nos acercamos aún más a la pared para verlo más de cerca, y fue en ese momento que notamos algo extraño, nos inclinamos un poco, y entonces descubrimos algo atroz: cerca del centro, sobre la izquierda y algunos centímetros hacía abajo, faltaba una pieza. El espacio había sido coloreado, camuflado, pero a esa distancia el arreglo no sólo resultaba poco efectivo, sino que parecía tosco y descuidado.

 

Nuestra reacción fue nuevamente simultánea.

 

_ Pero falta una pieza… – le indicó Joaquín. Nuestras caras de desilusión deben haber sido tremendas. El chico ensayó una explicación:

 

_ Sí – dijo con tono de culpa, bajando la mirada- no vino en la caja – agregó-. Me quise matar cuando me di cuenta, pero bueno, al final la pinté yo.

 

Nos miramos con Joaquín y luego callamos.

 

_Pero si lo miras de más lejos no das cuenta! –nos tiró mientras observaba cómo nos íbamos lentamente.

 

Si bien esa noche nos reímos hasta llorar de nuestra reacción, y de la reacción del chico , durante los días que siguieron no logramos superar ese evento, y sólo intercambiamos con el chico algunos saludos ocasionales.

 

He vuelto a esa historia más de una vez en estos años, y siempre termino riéndome.

 

Hoy la recordé porque comencé a escribir algo sobre mi curiosidad, y la asocié con los rompecabezas, y boom, regresé a esa tarde en ese hotel de Rosario, y a esa reacción completamente espontánea que tuvimos al descubrir que al rompecabezas le faltaba un pieza. Alguna vez tuve un deja-vu de esta sensación en algún museo, al ver esqueletos con piezas faltantes.

 

Un rompecabezas al que le falta una pieza no tiene valor.  

 

Con los años he comenzado a creer que no existen los descubrimientos pequeños, que es sólo cuestión de tiempo, son muchas  las piezas  que se necesitan encajar para que el rompecabezas –o una parte al menos- quede resuelto. Hay piezas más fáciles de identificar que otras, es cierto, pero al final son todas necesarias.

 

Alguna vez este tema surgió en  una discusión que tuve en terapia, no recuerdo con qué inquietud llegué ese día, y ella me preguntó para qué quería saber eso, por qué era importante para mí. La pregunta me pareció insólita -especialmente viniendo de una analista y su respuesta muy obvia: porqué no tenía respuesta, y porque no sabía a dónde podría llevarme esa respuesta.

 

Creo que en el fondo nunca se sabe que hay detrás de una pregunta, ni qué es lo que vendrá con la respuesta. Pero preguntar es, de alguna manera, comenzar una aventura. Sí, me gusta eso, las aventuras comienzan con una pregunta.

 

Qué pasa si salto esa pared? A dónde va ese hombre? Qué hay detrás de esa sonrisa?