lunes, 27 de julio de 2009

Reflexiones en voz alta

Es probable que ustedes hayan notado, como yo, que muchísimas veces se alude a los pobres como las “clases populares”.
Pero, me pregunto, ¿por qué “clases populares”? Ok, populus, pueblo, las clases que forman el pueblo. O sea que las clases medias y altas no forman el pueblo.
¿De qué corno forman parte, entonces? No sé, pero a cierta clase de izquierda que prolifera bastante acá en sudamérica le gusta imaginarlas como parte del “antipueblo” o la “antipatria” (todo antipueblo es antipatria).
¿Qué se hace con el antipueblo? Se lo aplasta. Eso es democracia, vamos. Aplastar a las minorías. Porque en los paraísos artificiales de la izquierda reaccionaria las mayorías tienen que ser pobres. La pobreza es un valor. Por eso sólo ellos son el pueblo. Y como la economía (la vida misma, digamos) es un juego de suma cero, hay ricos porque hay pobres.
Entonces, esquilmemos a los ricos para darle a los pobres. Para que todos sean pobres, claro. Porque la pobreza, antes que en el bolsillo está en las creencias, los valores y las ideas dominantes de una sociedad.
Los pobres necesitan asistencia, y la asistencia es la especialidad del populismo económico. La riqueza está ahí, sólo hay que extraerla y repartirla. Extraño, ¿no? Si la riqueza no fuera creada, seguíriamos viviendo rodeados de piedras. Pero estos tipos siguen empeñados en afirmar que hay ricos porque hay pobres, como una especie de contracara maldita.
Los pobres son, en definitiva, imprescindibles. Sobre todo para ellos.

3 comentarios:

Julián dijo...

La creación de riqueza suele florecer ahí donde hay libertad, responsabilidad, creatividad, innovación, espíritu emprendedor, etc.
O sea, donde no hay estatismos, paternalismos, colectivismos y todo otro esquema que explote los miedos primarios del ser humano.
En fin...

Kco dijo...

todo es una mierda...

Anónimo dijo...

Los pobres son una herencia del catolicismo más retrógrada. Una herencia que toda latinoamérica sufre, y que la izquierda ve como clientela en lo que a mi gusto tiene un tufo de bienaventuranzas.

Ic