Cada vez que leo un libro lo marco. Lo marco, lo subrayo, lo escribo, lo anoto. Es decir, me introduzco en él. Convierto lo que me genera en parte de su contenido. Es, en cierta forma, un ida y vuelta.
Por eso cuando me topo con un libro ajeno que también tiene este tipo de "huellas" siento un mar de sensaciones. Por una parte, es entrar en contacto con el lector y con su mundo interior. Es decir, con su intimidad. Y, por otra parte, se da un doble juego en el que yo, segundo lector, participo no ya de la obra sola sino de la obra y del producto de la interacción con el primer lector.
2 comentarios:
Anhelo el momento en que tenga ese libro en mis manos de nuevo, y que como dos lectores amantes de una historia, interactuemos sobre esas páginas.
lindo lo que escibiste, as usal x.,
love,
tu lectora imaginaria.,
A mí me resulta prácticamente imposible leer un libro marcado y/o anotado. Por ejemplo, el subrayado de un párrafo me resulta un perfecto estorbo para hacer una lectura libre de la página. Es como si el autor me dijera: "ojo, que esto es muy importante". Y bueno, puede que coincida o no, pero me gusta ser yo quien toma esa decisión. Me gusta sorprenderme con la lectura, no tropezarme a cada paso con carteles de neón. Eso, insisto, en el caso de que quiera leer un libro en forma completa. Ahora, si lo que busco es una lectura fragmentada, una mera aproximación a las ideas centrales del libro, entonces sí, en ese caso puedo leer lo marcado, más como un mero tanteo o un ejercicio de indiscreción.
Julián.
Publicar un comentario