Odio el fútbol. Acabo de ver el partido de España-Portugal. Por la cosa de la prórroga. Es lo único que me mola. Las prórrogas y si llegan a penaltis mucho mejor. Me mola lo agónico. También porque es corto. Si por algo me aburre soberanamente el fútbol es porque es todo muy largo. Los tiempos son largos. El césped es largo. Correr todo un campo tras una pelota debe ser agotador.
Mi vecino de arriba es un orate. Puedo oír, y mira que estoy sorda, perfectamente cada insulto que dedica al arbitro y demás jugadores contrarios cuando procede. Aparte que debe saltar o yo que sé porque suena como si se hubiera bajao un mueble. Tras el último penalti que marcó nosécualibérico, el tío se asomó a la venta y comenzó a gritar gol como un poseso. Lo mismo se tiró un minuto berreando. Me da miedo. Hay una agresividad en su alegría que me da algo de repelús. Algo de desequilibrio.
Cerca de mi casa hay una fuente pequeña. La peña se está bañando y coches con banderas de España hacen circulos alrededor. Me preguntó que harán si España gana.
Todo me parece exagerado. Postizo. Una excusa para vete tú a saber qué. A mí me chupa un huevo. Que cada uno se evada como le plazca. Yo les miro a todos por encima de mis gafas de Elton John.
2 comentarios:
Hay algo muy repelente en el fútbol.
No en el deporte en sí, sino en todo el circo que lo rodea y en el hecho de que es el mayor receptáculo delas miserias, bajezas y frustraciones del macho medio.
Ya cada vez veo menos fútbol. Me gusta ver algunos goles, pero ya no me aguanto ver un partido entero.
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