miércoles, 12 de octubre de 2011


Llevo unos días muy triste. Quizás hoy, como aquí es festivo y parece domingo, me ataca esa cosa nostálgica y por eso hoy me siento especialmente mal. Ha pasado ya a ser físico. A esa sensación de vacío en la boca del estómago. Lo bueno, es que no me siento nerviosa. Solo muy triste. 

Nel y yo hemos terminado de la peor manera posible. Tuvo una especie de ataque de celos cuando se enteró (porque yo quise, of course) de mi cita con Piedra. Fue la misma tarde, mientras me arreglaba para salir, cuando me llamó por teléfono y en tres sesiones me dijo de todo menos bonita. Realmente no me extraña, o sea, no me pilla de sorpresa una reacción tan exagerada por su parte. De alguna manera yo estaba preparada, ahora no sé, si por intuición o porque de alguna manera yo provoqué la situación.  No por el hecho de hacerle saber que había quedado con alguien. Esa es una maniobra básica de manual. Más bien por la frialdad y la indiferencia con la que le desafíe al teléfono. Nel siempre pica en ese cebo sin darse cuenta. Primero trató de victimizarse a sí mismo. Típico. Después pareció arrepentirse y necesitó subir su ego a mi costa. Terminó tratando de tumbar el mío a base de golpes bajos. Unos golpes brutos, zafios, torpes, infantiles y bastante predecibles. La cuestión no es lo que dijo. La cuestión es como se atrevió a decirlo. Nel me ha ofendido y humillado muchas veces. Yo lo he permitido. Pero esto último ha rebasado todos los límites. Siempre hay un tope definitivo y se lo ha llevado por delante. Y yo simplemente no me lo merezco. Y eso es lo que me ha jodido. La intención y la saña. Estoy hasta los cojones de esa posición divina en la que se coloca y de que se sienta poderoso cuando no es nadie.  Le ciega escucharse a sí mismo. No tiene ni puta idea. Nel mezcla y confunde conceptos constantemente. Como es idiota, todo su speech lo tumbé en una sola frase. No se da cuenta que denigrándome a mí, a quien realmente humilla es así mismo y se lo hice saber. A la noche me llamó varias veces al teléfono. No lo oí por el ruido de fondo de la fiesta en la calle. Al día siguiente me mandó un mensaje pidiendo perdón. Le contesté las últimas palabras que se van a cruzar entre nosotros. No hay perdón que valga. 

Me he tomado mi tiempo para reaccionar. Cuando colgué con él al teléfono yo ya sabía que debía hacer algo. Y digo "debía". No podía dejar las cosas así. Y sé que él lo interpretará como una venganza. Para nada. Esto se volvió una cuestión de honor y justica. Yo sí que tengo poder y necesitaba demostrarlo.  Al día siguiente de irse Piedra me puse en marcha. Sin prisa alguna. Cuidando los detalles y sin dejar cabos sueltos. Al terminar me sentí bien. Con la satisfacción de saber, que independientemente del resultado, yo había hecho lo que tenía que hacer. Sin albergar ninguna duda ni vacilación. Absolutamente centrada en mi propia motivación. Nel para mí, por fin había dejado de existir y yo dormía mucho mejor.

Pero este lunes me entero de una cosa que por primera vez me hace vacilar.  Parece ser que se arrepiente, reconoce, e incluso se averguenza, de esa famosa llamada. Es algo que me llega de forma indirecta, que yo no he visto con mis propios ojos y por eso no le doy mucho crédito. Pero la semilla de la duda ya está ahí. El martes aparece la primera señal de lo que yo hice al respecto. Desconozco los efectos, si es que los hubo y tampoco voy a indagar en ello. La cuestión es que ayer empecé a sentirme mal y hoy me siento peor.

Y lo que más me jode es la manera tan natural en la que yo solita me mortifico.  Lo fácil que parece que olvido mis razones cuando por fin hago algo. Racionalmente, no tengo ninguna duda. Para mí esto es justicia. Por otro lado está la sensación en el estómago de pena. Me jode el pequeño, mediano o gran daño que pueda haber hecho. Y mira que estoy convencida de que lo merece. Hasta sé que el efecto que le produzca posiblemente no pasará de una molestia que en unos días ni se notará. Pero me siento mal. Me siento como si le hubiera quitado su juguete favorito a un niño pequeño y consentido. Aún sabiendo que no tardará mucho en fijar su atención en otro. Yo siempre he cubierto sus espaldas. Se que ese sentimiento de traición le va a resquemar. Jode mucho el saber que te han jodido con premeditación. La decepción, la sensación que tendrá de que me he excedido, se me hace muy dura. No quiero que guarde ese recuerdo de mí. Es como si yo le faltará al respeto a ese sentimiento que una vez nos unió.

Para mí creo que se reduce a una cuestión de imagen. Y me hace gracia y a la vez me revienta, porque pienso que mi gran problema es ese. Ese temor tan tonto que tengo al "no"  y a la responsabilidad que conlleva el afirmarse. Me pasa con todo en la vida. Y todo por esta puta sensación estomacal de estar equivocada, ser injusta o simplemente no fiarme de mí misma.  Supongo que esto debe ser en lo que consiste ser bicha. Tener una identidad basada en la emociones, aprender a separar la empatía de los hechos y actuar en consecuencia con ellos. Olvidando toda compasión o comprensión por los demás y anteponer la propia. 

Hale, ya os he contao mi vida. En mi blog ahora mismo es mejor que no lo haga.




3 comentarios:

Kco dijo...

"Tuvo una especie de ataque de celos cuando se enteró (porque yo quise, of course) de mi cita con Piedra."

p*titas...

Anónimo dijo...

Putona más bien :D

Che, hay cosas que así tienen que ser.

Sk

Julián dijo...

De los golpes bajos y de la humillación es muy difícil volver.
Por eso es tan importante no entrar en el terreno del patetismo, algo que a las personas inseguras les cuesta mucho manejar.