miércoles, 12 de octubre de 2011

Ayer cuando volvía de la office, al entrar al subte escuché que un músico callejero estaba por arrancar su concierto. En seguida hurgué entre mis bolsillos y junté todas las monedas que tenía. Eran unas cuantas. Entre todas sumaban como 3 pesos.

El músico en cuestión tenía la manera de hablar un poco (bastante) afectada, como músicos del tipo Fito Páez.

No me resultó del todo agradable ese detalle.

Su voz hablando fue lo primero que oí, porque a diferencia de muchos músicos que van directo al grano, éste era particularmente hablador. Primero preguntó si se escuchaba bien. Realmente se escuchaba bien, muy por encima de lo que ofrecen sus colegas. También dijo que tocar en el subte era difícil, porque había que hacer equilibrio y que no era algo menor. "Bueno, bueno, para cuándo", pensé.

Entonces agregó que era un músico que tocaba en lugares dos veces por semana y que se tenía que poner a tocar en el subte para hacer más surtida su mesa. (Lo dijo de otra manera, pero yo escuché eso). Y dijo también que en el subte había mucha gente con una energía muy negativa, que él la sentía con la mirada, con la que parecían decirle que lo odiaban. "Este pibe ahora empieza a despotricar contra su público", pensé. Y la verdad es que tanta perorata me empezó a patear el hígado.

Inmediatamente separé la mitad de las monedas y las volví a meter en el bolsillo. Quedaron una de 50 centavos, una de 25 y algunas de 10. A pesar de su torpeza, algo se merecía.

Empezó con su recital. Rock/blues bien tocado (aunque sabe la concurrencia que no es la música que más me llama la atención), en español, más precisamente el clásico ese de la route 66. Con el último acorde vinieron los aplausos y su agradecimiento.

La volvió a embarrar diciendo que le gustaría tocar una o dos veces por semana en esos lugares y sólo dedicarse a grabar, pero que la realidad hacía que tuviera que ponerse a tocar. En otras palabras, el tipo tenía muy baja consideración por eso que estaba haciendo y por el público al que debía enfrentar, cargado de energía negativa.

Para ese momento supe que ya no le daría ni medio céntimo, así que el resto de las monedas volvieron a su lugar original.

Tocó un segundo tema, bien tocado, prolijo, más de lo mismo, rock/blues nacional, aplausos y agradecimiento.

Se dio cuenta de que no le faltaban tantas estaciones para que se acabara el recorrido y decidió pasar la gorra. Dijo, haciéndose el gracioso, que con 20 personas que fueran generosos con su gorra, se daría por contento. Y a medida que recibía monedas iba contando en voz alta hasta llegar a los veinte. La cuenta se detuvo en seis. Sólo seis personas le dieron algo.

Cuando volvió a donde tenía improvisado su amplificador dijo en voz bien alta que había pensado tocar un tema más pero que no lo iba a hacer porque las contribuciones no habían estado "a la altura de su talento" (lo dijo, juro que lo dijo, textualmente).

Me bajé pensando que lo que este muchacho no entiende es que la gente debe empatizar o disfrutar de algo para que le brote la generosidad.

5 comentarios:

Kco dijo...

tomá, sk!!! yo también puedo escribir largo!!!!!

prrrrrrrrrrrrrr

Anónimo dijo...

Nadie duda que no puedas, Leoncio, la cosa está en que no quieres, so vago.

Sk

Julián dijo...

Qué tipo torpe, por dios.
Básicamente dijo que detestaba tener que hacer eso y que la gente del subte le parecía un mal público.
Si tuviera que hacerlo encajar en uno de mis categorías, sería "mentalidad de escasez".
"No tengo oportunidades", "la gente es violenta, torpe e insensible", etc.
Podría haber en cambio probado con frases del estilo: "me gusta tocar en el subte porque siempre es un desafío". "haré todo lo posible por emocionarlos tocando esta canción; si lo logro, por favor hagánmelo saber aplaudiendo". Todo dicho con una sonrisa, con alegría.

Julián dijo...

A la gente por lo general le gusta que la hagan sentir bien y especial, no sentir que la subestiman o menosprecian. Y también por lo geneal, como bien decís, la generosidad brota con la empatía, no con la lástima. Mucho menos con la recriminación.

Anónimo dijo...

se merecía un coscorrón, por gil.

Loon