lunes, 27 de diciembre de 2010

Graffiti en un estacionamiento subterráneo

2 comentarios:

Julián dijo...

Siempre que pienso en la corrupción y en todos los chorros que se han hecho millonarios en la función pública trato de ponerme en la piel de estos delincuentes, de entender qué pasa por la cabeza de tipos que afanan millones en un país con chiquitos desnutridos. Sus actitudes tienen el poder de hacer mejor la vida de miles y miles de personas inocentes, tienen el poder de transformar para bien la sociedad, lo saben, y sin embargo afanan, afanan guita y le afanan el futuro a gente que ya ni siquiera es capaz de darse cuenta del despojo del que son víctimas. Tan bajo han caído que ya ni siquiera son capaces de reconocer a sus victimarios. Pero a pesar de las imágenes de la desgracia, de esas caras interpeladoras de chicos de 3, 4, 5 años, ellos siguen ahí, inconmovibles, afanando, mintiendo, manipulando. Y uno se pregunta, una vez más: ¿se puede ser tan mierda? ¿esta gente no tiene corazón? Y no, parece que no tienen.

Anónimo dijo...

En el mundillo del hampa los chorros roban con la convicción de que lo que están robando les pertenece.


a.