El genio insoportable
El legendario trío de Keith Jarrett llega por segunda vez a la Argentina.
Es uno de esos contados artistas que admiten la denominación de genial. Lo sabe. Tiene fama de ser quisquilloso, ególatra, insoportable, excéntrico. Como sucedía con los pollitos que presuntamente pisoteaba Kiss, en torno de él circulan leyendas urbanas que lo evocan suspendiendo conciertos o fuera de sus casillas porque un espectador osó quitarle el envoltorio a una Mentho Lyptus. Pero no sólo se lo conoce por sus excentricidades: es el responsable del célebre Köln Concert, que a mediados de los 70 recogió uno de sus conciertos en Colonia, Alemania, y fue distinguido como el Disco del Año por las revistas Downbeat y Time y por el diario The New York Times.Su nombre es Keith Jarrett. Tiene 55 años, es uno de los grandes pianistas del siglo xx y actúa el 5 y el 7 de diciembre en el Gran Rex con su legendario trío, que se completa con el contrabajista Gary Peacock y el baterista Jack DeJohnette.
El trío lleva diecisiete años de actividad y es una de las agrupaciones más prestigiosas del jazz mundial. Su espectáculo se basa en standards de jazz: piezas de Bill Evans (junto a Art Tatum y McCoy Tyner, una de las grandes influencias que Keith recibió en sus años de formación), de Thelonious Monk, de Clifford Brown, de Duke Ellington, de Bud Powell, del propio Jarrett. No hay lista de temas, ni siquiera un diálogo en camarines. Jarrett sale a escena con la mente en blanco. Cada concierto es completamente distinto del anterior y los músicos tocan exactamente lo que se les ocurre tocar una vez que enfrentan a la platea. Un privilegio para el espectador, que asiste al instante sublime de la creación en estado puro.
Dicen que, como sucede con todos los grandes improvisadores, la mano izquierda de Jarrett se comporta con absoluta independencia de la mano derecha. Dicen que cualquier standard cobra nueva vida cuando Jarrett lo somete a su fantasía melódica inagotable, a su capacidad deslumbrante para enriquecer estructuras rítmicas y armónicas. Dicen que se luce por igual en el bop, en las baladas, en el blues y en el gospel (y aun en la música culta: dos Grammys distinguieron sus interpretaciones de Preludios y Fugas de Shostakovich), y que incluso dos interpretaciones de Jarrett del mismo tema se parecen muy poco entre sí. Dicen que si el auditorio guarda silencio, puede escuchárselo gemir de placer o celebrar la belleza de un solo con pequeños aullidos. Dicen que de todo eso hay pruebas en algunos de sus (abundantes) discos esenciales: Expectations, Facing You, My Song, Standards Live y Vienna Concert. Ah: dicen que Gary Peacock hace cantar a su bajo y que Jack DeJohnette mantiene su exquisito gusto de siempre. Es decir: dicen que hay que estar ahí.
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