Hace unos días me preguntaban en una entrevista si era posible gobernar a nuestro país sin el peronismo. Conocemos este tipo de cuestionario. Es parte de nuestra liturgia y de nuestro sentido común. Por supuesto que sí, respondí. Se lo viene haciendo hace muchos años. La razón es sencilla y evidente: el peronismo no existe. Es un carro al que se sube todo el mundo: Menem, Carlotto, Macri, Duhalde, Hadad, Pérsico, Scioli, los Saá, Víctor Laplace, Filmus, Palito Ortega, Timerman, Moyano, Boudou, cualquiera. El peronismo es una moneda, un circulante social que permite el funcionamiento del mercado político. El peronismo es el nombre que se da a sí mismo el personal gubernamental que pacta con estos dispositivos de poder en los que se distribuye la clase dominante. Es una entidad nominal que agrupa y legitima un acuerdo prebendario que asegura la continuidad de una misma hegemonía.
4 comentarios:
lo cual me lleva a pensar que no se puede gobernar sin este peronismo al menos dialéctico.
el peronismo es un chicle. lo estirás y da para todo.
El peronismo podrá ser un colectivo al que se suben casi todos, pero finalmente su esencia es la misma de siempre: populismo, corrupción, autoritarismo (por favor, nunca olvidar que se trata de un movimiento de masas creado por un militar pro fascista), desprecio por las instituciones republicanas y desprecio por la educación y la cultura.
El problema del peronismo es que calza perfecto en los vicios más atávicos de la sociedad argentina: el estatismo, el autoritarismo, la corrupción y el incumplimiento de la ley. No nos engañemos: el peronismo es el mejor espejo de la sociedad que somos (hablo en plural porque formo parte de esta sociedad, no porque me sienta responsable de su decadencia, obviamente).
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