Al entrar al baño me encuentro con Luis sentado en su silla, abrazado al palo del escurridor de pisos; mientras me mira entrar de reojo, da la última pitada al cigarrillo y luego lo arroja a un inodoro con notable puntería; luego lleva el brazo hacia la mesada y baja un poco el volumen de la radio.
_ Buen día, Luis, cómo le va?
_Hola, acá andamos…
Cruzo el baño en dirección a la pared posterior, me ubico frente al último mingitorio y mis ojos buscan automáticamente el cielo raso.
_ Qué hora será? Sabés? –escucho a mis espaldas.
_ Cerca de las nueve, creo…
_ Ahh, está bien… recién venis?
_ Ajá…
_ Y está lindo afuera?
Termino, me acomodo, y giro con las manos en alto, como si alguien estuviera apuntándome con un revólver.
Mientras camino al lavatorio le contesto
_ Sí, está lindo Luis –tomo algo de jabón y comienzo a lavarme las manos. Lo miro a través del espejo y lo veo con el ceño fruncido; tiene la mirada oscura, y un mal semblante.
Me alcanza un papel para secarme las manos como un autómata
_ Me acompañas a fumar un pucho? –lo invito señalando la puerta con mi cabeza
_ No – dejame- no quiero ver a nadie
_ Es que no hay nadie, Luis, estoy yo, y Chiquito en la barra…
_ No, dejame tranquilo, no quiero ver gente.
Hago un bollo con el papel húmedo y lo arrojo al tacho de basura, pero pega en el borde y cae al piso.
_ Ja! –exclama Luis y se reacomoda en la silla – levantalo, eh!- agrega.
Me acerco al tacho de basura, tomo el papel, y lo dejo caer en el cesto.
_ Dale, vamos a fumar un cigarrillo!
_ Dejame, no me rompas vos también – y su brazo se acerca nuevamente a la radio ahora para subir el volumen.
Camino hacia la puerta y al salir suelto
_ Viejo puto…
La puerta se cierra a mis espaldas, pero alcanzo a escuchar su respuesta
_ Mirá que te escuché pendejo de mierda!
Me río.
Todos los días la misma historia.
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