Es de noche, todavía, aunque ya empiezo a escuchar el canto de los pájaros. Muchas veces, ese sonido es sinónimo de paz, de armonía, de sosiego. Sin embargo, cuando he tenido una noche de excesos, una noche de esas en las que me pierdo, tanto la luz del alba como los sonidos de la naturaleza me abruman, me aturden, me espantan. Soy así, neurótico, odioso, encantador. Amo los amores imposibles, me escapo ante lo concreto de la realidad, sueño, ansío.
[...]
Sufro como un condenado que no recuerda su crimen.
3 comentarios:
sin palabras.
n.,
Esa frase del final es merecedora de aplausos.
recuerdo esa madrugada...
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