martes, 29 de enero de 2013

Es muy difícil vivir sin creer: aceptar que no hay nada más que lo que hay, que todo se termina, que si el tío agoniza no es porque pecó de más o el señor se lo quiere llevar a su jardín con huríes o cuando era zarigüeya se comió a una vaca, sino porque unas células se confundieron y se descontrolaron. Es muy difícil vivir sin creer: un esfuerzo sostenido, a veces triste. A los que no conseguimos creer en inventos sobrenaturales, la política nos ofreció un remedo: creer en la posibilidad de cambiar radicalmente el mundo. Yo creí en ella –y, de otro modo, que intento hacer menos religioso, creo todavía.
Aprendimos a creer, crecimos creyendo. Se nos hizo muy difícil no creer, pero pareció que no teníamos más remedio: la Argentina es muy buena para acabar con ilusiones y esperanzas. Hasta que el kirchnerismo, de un modo imperfecto, casi torpe, volvió a ofrecer la posibilidad. Lo dicho: no era una de esas creencias redonditas, llenas de rulos y sofisticaciones, bien completa; parecía un queso gruyère. Pero si se puede creer que una mujer virgen parió a un chico dios que resucitó a unos muertos y caminó sobre el agua o que la montaña de allá arriba te habla con voz de trueno para decirte que vayas a la guerra, también se puede creer que un par de abogados usureros que gobernaron autócratas y codiciosos una provincia lejana podían cambiar la sociedad argentina. Uno de los poderes mayores de la creencia es imponerse a la verosimilitud: lo creyeron. Una cantidad de señoras y señores que pensaron que ya nunca más podrían, de pronto, descubrieron que, si hacían un esfuercito, podían otra vez. ¿Cómo esquivar la tentación? ¿Cómo no cerrar los ojos de tanto en tanto si era el precio de la felicidad? ¿Cómo no aceptar que algunos hechos no se parecían ni de lejos a los dichos pero ya va a llegar, en eso estamos? ¿Cómo no convencerse entonces de que quien dice la obviedad –que el rey está desnudo, que el mundo no fue creado por un dios hace 6017 años, 2 meses y 25 días– es un perro infiel, un enemigo?

6 comentarios:

Julián dijo...

http://blogs.elpais.com/pamplinas/2013/01/creer-o-reventar.html

Julián dijo...

Este tipo es muy bueno.

Kco dijo...

me gusta mucho su pluma. y me gustan sus bigotes.

jejej

Julián dijo...

jejejeje

Julián dijo...

"La Argentina es muy buena para acabar con ilusiones y esperanzas".

Esa frase es para tallarla en piedra.

Anónimo dijo...

Eeeehhhhh, hijos de puta. ¡Nunca acabarán conmigo!

Esperanza